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Capítulos que nunca se abrieron

Por: Leopoldo Albarracín-Castañeyra Medina


¿Cuántos caminos podrás elegir?

Creo firmemente que cada uno de nosotros tiene un propósito en esta vida. Yo personalmente soy católico y creo que ese camino lo ha diseñado Dios para cada uno de nosotros, de tal manera que si somos capaces de escuchar sus enseñanzas y mantenernos firmes, llegaremos al propósito de vida que nos corresponde. Y aunque no seas religioso, puedes entender este concepto como el destino, el universo o cualquier otra visión. Yo mismo lo experimenté una tarde mientras pasaba unos apuntes a limpio. Sentí que lo que estaba estudiando no tenía sentido para mi y decidí tomar acción. Por aquel entonces estudiaba Física y decidí cambiarme a la carrera de Ingeniería Agrícola. Realmente tomé la decisión un poco a ciegas, guiado simplemente por instinto, pero más adelante todo cobraría sentido.


Conseguir alcanzar ese punto –tu destino– nos resultará en una satisfacción personal que no podría ser igualada por cualquier otro camino; sería nuestro punto máximo de realización, pues es nuestro cometido en este mundo. Esto no quiere decir que seamos infelices si no llegamos a encontrar nuestro propósito, pero no se alcanzará a igualar la felicidad que podremos obtener. En mi caso, no es que mi primera carrera me disgustara, pero notaba que, en el fondo, no era para mi, a pesar de que me encantaba la ciencia.


En este sentido, me gustaría hablar sobre los capítulos de nuestra vida que nunca abrimos.

Quizás te ha pasado que viste a alguien por la calle, en el parque, o en un supermercado que llamó tu atención y en tu subconsciente sentiste el deseo de empezar a charlar. Ya fuera porque tenía un estilo único y llamativo, porque era atractivo, porque se le veía carismático –algo, lo que sea, te cautivó. En esta situación, podemos elegir tomar el riesgo de acercarnos a hablarle, con la posibilidad de no conseguir conversar como habíamos pensado, o por el contrario, podemos dejar pasar ese pensamiento y seguir con lo nuestro. Esa persona que potencialmente podríamos haber conocido es un capítulo que nunca abrimos, nunca sucedió.


Así que, si lo piensas, nuestra vida está repleta de capítulos que nunca se abrieron y quizás nos definen más de lo que pensamos.


No querer salir de la zona de confort por miedo al fracaso, miedo a lo desconocido, miedo al futuro, por falta de voluntad… esta actitud nos puede estar alejando de una versión de nosotros mismos que somos incapaces de imaginar. Es decir, no nos estamos permitiendo abrir un capítulo de nuestra historia que quizás nos catapulte a otro nivel –y aunque no sea tal caso, en el peor de los escenarios sacaremos un valioso aprendizaje de esa experiencia, pudiendo afirmar, por ese camino no es. Ahora bien, está claro que esta decisión –de atreverse de coger otro camino– no es nada fácil. Cuando decidí cambiarme de carrera, me preguntaba si estaba haciendo lo correcto o me estaba  volviendo a equivocar. Es una situación muy poco agradable, pero como digo, es imprescindible para poder alcanzar ese futuro que realmente nos pertenece.


Pero a pesar de la preocupación por el futuro incierto, si logras escuchar tu interior, conseguirás una gran satisfacción. A mi me sucedió después de haber empezado Ingeniería Agrícola, me dí cuenta de que era mi camino. Es una sensación inefable, simplemente se siente que es correcto y que así debe ser. Solo por eso vale la pena las discusiones o problemas que pueda ocasionar tener que tomar este tipo de decisiones.


La vida es una aventura, y como tal se enriquece de experiencias variadas y diversas, al igual que pasa con una buena novela. Tendrá altibajos, momentos trepidantes, situaciones complicadas, problemas y momentos felices. Pero es fundamental tener el coraje suficiente como para atreverse a dar ese salto.

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