Por: Luis Javier Capote Pérez
Versión española (Comics Forum)
Versión original (Marvel Comics)
Cuando los tebeos de superhéroes eran cosa de minorías y sus protagonistas corrían aventuras y desventuras únicamente en la viñeta, se dio la paradójica circunstancia de los comics de pijamas se convirtieron en un medio en el que la igualdad y la no discriminación por razón de sexo se presentaron como una evolución lógica y acorde con los tiempos que pretendían reflejar aquellas revistas, pensadas como producto de consumo masivo y efímero. Un buen ejemplo de esta situación lo tenemos en las series grupales publicadas por Marvel Comics durante los años ochenta.
Entre la afición es bien conocida la revolución que autores como Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko llevaron a cabo en la denominada casa de las ideas, a principios de los años sesenta del siglo pasado. Es un período de eclosión creativa en el que ven la luz series y personajes como los Cuatro Fantásticos, la Patrulla-X, Spider-Man o los Vengadores. Los super-héroes habían vivido una edad dorada durante los años de la Segunda Guerra Mundial, pero el género había entrado en decadencia a finales de la década de los cuarenta. La propia Marvel, en sus distintas encarnaciones, se había centrado en otras publicaciones, como los tebeos bélicos, de monstruos, del salvaje oeste o de ciencia-ficción. Con la aparición del primer número de la serie dedicada a los Cuatro Fantásticos, Stan Lee y Jack Kirby iniciarían una venturosa carrera que devolvería a los enmascarados con poderes un interés que han mantenido prácticamente hasta la actualidad.
En honor a la verdad, la recuperación del género había empezado en la distinguida competencia, DC Comics, a finales de los cincuenta. Sin embargo, las propuestas de la casa de las ideas -como se conoce informalmente a Marvel- planteaban novedades respecto de lo que, hasta ese momento, se había visto en el sector. Hasta ese momento, los superhéroes se habían caracterizado por un cierto inmovilismo y una clara demarcación entre el bien y el mal, en los términos de una dicotomía bastante maniquea. A partir de ese momento, Lee, Kirby y compañía van a presentar unos héroes más cercanos al lector, más humanos y, consecuentemente, falibles e imperfectos. La identidad civil va a ser tanto o más importante que la capa y el nom de guerre. Así como Bruce Wayne no es más que una fachada de Batman, Peter Parker es Spider-Man y los poderes que apareja la identidad secreta no solamente no le ayudan a mejorar su vida, sino que contribuyen a hacerla más atribulada. Los personajes son mayoritariamente masculinos, pero en las colecciones grupales empiezan a aparecer personajes femeninos. La mujer ya no es la novia eterna del protagonista, damisela presta a ser secuestrada, capturada o amenazada, a mayor gloria y lucimiento de su enamorado, sino que entra a formar parte de equipos caracterizados por el vínculo familiar (los Cuatro Fantásticos), el escolar (la Patrulla-X) o el asociativo (los Vengadores). Sin embargo, aún están presentes los tópicos propios del género para con las féminas: personajes como la Chica Invisible, la Chica Maravillosa o la Avispa son los más débiles de sus respectivos grupos y, en el caso de esta última, los más frívolos. Son los inicios de los años sesenta y no se puede ni se debe olvidar que aquellos tiempos no son los actuales, por lo que sería una necedad ver el ayer y juzgarlo según las reglas y valores del hoy. Sin embargo, los tebeos de Marvel van a estar apegados a la actualidad del momento y sus personajes van a evolucionar. Peter Parker comenzará en la secundaria y le veremos ir a la universidad. Reed Richards y Susan Storm se prometerán, se casarán y tendrán un hijo, Franklin. La primera promoción de la escuela de Charles Xavier para jóvenes talentos se graduará. Los Vengadores verán alterada su alineación. La Masa, el increíble Hulk, se paseará por las protestas estudiantiles en los campus estadounidenses y se abordarán asuntos como el Watergate, el consumo de drogas o la guerra de Vietnam. Durante sus veinticinco primeros años, casi la mitad de su existencia, los personajes marvelianos, surgidos durante la edad de plata, evolucionarán, crecerán y madurarán y, como fiel reflejo de la sociedad del momento, también recogerán el progresivo empoderamiento de la mujer, que ya no es damisela en apuros sino camarada de armas; que va dejando de ser personaje secundario, para asumir un rol protagónico; que refleja el progresivo cambio social, hasta un momento en el que, a mediados de los ochenta, serán superheroínas las que lideren los principales grupos de enmascarados de la casa de las ideas.
El primer caso lo encontramos en la Patrulla-X que, después de ser el pariente pobre de las creaciones de Lee y Kirby, se convierte en la joya de la corona de la editorial, merced al trabajo del guionista Chris Claremont. El escritor, que en los setenta comenzaba su carrera en el mundo de la viñeta, acabó recibiendo el encargo de contar las aventuras del relanzado equipo mutante, cuando su guionista principal, Len Wein, tuvo que dejar sus obligaciones en la serie. Esta sustitución sería el inicio de una estancia de quince años, en la que Claremont, junto a un buen puñado de ilustres dibujantes, se encargará de hacer de la colección la piedra angular de una franquicia que sería de las más rentables de la empresa. El secreto del éxito no es otro que el de dar a cada personaje una voz y unas características propias, cuando, con algunas excepciones, la mayor parte de los miembros del nuevo y diferente equipo de Xavier eran tabula rasa. De entre ellos, destaca desde un primer momento Ororo Munroe, una keniana-estadounidense con la habilidad para manipular el clima y que recibe el nombre código de Tormenta. Tormenta se presenta como uno de los miembros más poderosos de la Patrulla-X y, merced a Claremont, en uno dotado de un porte entre regio y divino. La joven que debe adaptarse a un entorno bien distinto del que había conocido deja paso, poco a poco, a una heroína segura de sí misma que, tras la marcha de Cíclope -miembro fundador y líder del equipo desde su fundación- se convierte en la jefa. Ororo es un personaje complejo, exuberante y carismático cuya capacidad de liderazgo y su talento para emplearlo no dependen de sus poderes. Hábil en el uso del drama, el guionista, patriarca mutante, despojará a Tormenta de sus poderes y dejará patente la solidez de su creación, cuando mantenga la jefatura pese a una pérdida que su víctima considera equivalente a una mutilación. Durante los últimos cuarenta años, el personaje ha mantenido esta posición y condición, aunque pocos guionistas hayan sido capaces de tratarla con el primor con el que lo hiciera Claremont.
El segundo lo tenemos en los Vengadores, también a principios de los ochenta, cuando de la mano de guionistas como Jim Shooter o Roger Stern, la Avispa, Janet Van Dyne, la frívola heredera que ejercía de superheroína casi como por capricho, asume el liderato de los héroes más poderosos de la Tierra marveliana. Recién divorciada de su pareja clásica, los escritores presentan a una mujer a la que los sinsabores de un matrimonio con episodios trágicos han galvanizado. Ella deja de ser la compañera, la asistente o el sostén de su inseguro esposo, para tomar las riendas de su vida y demostrar que puede dirigir a un equipo en el que están Thor, el Hombre de Hierro y el Capitán América. El escritor Roger Stern presenta a una líder que tiene la capacidad de lidiar con las suspicacias del gobierno estadounidense y con las inclinaciones individualistas de personajes que, por historia y tradición, no gustan de recibir órdenes, como Hércules o Namor. La Avispa se convertirá en una pieza imprescindible y, cuando decida tomarse un respiro, será otra superheroína, la Capitana Marvel, la que ocupe su puesto como líder. Creada por el propio Stern junto a John Romita JR, para que la editorial mantuviera el control sobre la marca Captain Marvel, no se trata del alter ego de Carol Danvers, sino de Monica Rambeau que, para una generación lectora, es la auténtica capitana. En la serie de los Vengadores veremos la evolución de este personaje, desde su condición de miembro en prácticas hasta su asunción de la jefatura. Una mujer afroamericana era la jefa del equipo, a finales de los ochenta.
El tercero y último lo vemos en la serie de los Cuatro Fantásticos, cuando el autor John Byrne trabajaba en la colección y la llevaba a cotas de interés comparables a las de sus creadores, veinte años atrás. Bajo su égida, Susan Storm-Richards deja de ser la Chica Invisible y pasa a ser la Mujer Invisible. Deja de ser el miembro más débil para reivindicarse como el más poderoso. Deja patente que es la fuerza del grupo y su pieza central, rebelándose cuando, después de una experiencia personal traumática como es la pérdida de un hijo no nato, sus compañeros y, especialmente su esposo, se vuelven sobreprotectores. Cuando Reed Richards, el inteligente súper-científico, desaparezca, será Sue la que asuma el liderazgo y comience la búsqueda de su marido. Byrne convierte a la heroína en una mujer fuerte, decidida y determinada, que se convierte en la versión definitiva de la misma.
Estos tres ejemplos son solamente un botón de muestra de lo que aconteció en ese periodo de tiempo y que no eran tanto la excepción, como la regla. Así, en Los Nuevos Mutantes -esqueje juvenil de la Patrulla-X, el grupo es liderado por una pareja de adolescentes, uno de los cuales es Danielle Moonstar, Espejismo. En la rompedora Alpha Flight, Heather McNeil Hudson tomaba el relevo de su esposo caído en batalla y convertía al grupo de superhéroes canadiense en un equipo de verdad. En Los Nuevos Defensores, el liderazgo se cedía a Candy Southern, una mujer sin poderes cuyo talento organizativo era reconocido por todos los miembros del no-grupo por excelencia. Historias como ésta se produjeron durante la década de los ochenta, la que, probablemente, es la última en la que los personajes de Marvel evolucionaron y las mujeres se convirtieron en las líderes de las principales colecciones grupales de la editorial. En la casa de las ideas de esos años, hombres y mujeres estaban en pie de igualdad, como reflejo de que el signo de los tiempos había cambiado. Unos comics pensados para el consumo rápido se convertían en vehículos para el fomento de la no discriminación por razón de sexo, hace cuarenta años. Un curioso ejemplo de que es más importante dar trigo que predicar, a la hora de fomentar ciertos valores.
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