Por: José Antonio Figueras Flores
El autor y su colega leyendo un libro en el Retiro.
Hace unas semanas tuve una conversación con una amiga en la que dije que Madrid era una ciudad de mierda. Sin exagerar, Madrid es de las peores ciudades de España. Es una ciudad muy cara, y no lo digo por la vivienda, que también. En Madrid una cerveza en un pub cuesta 4 euros, y en algunos bares modernitos igual. Para ir a cualquier cosa hay que tragarse 20 minutos de transporte público a no ser que vivas en la Puerta del Sol. Los pijos de Madrid son gente insufrible, si te encuentras una persona con un nido de corte de pelo, huye. Y los modernitos del centro de Madrid no se quedan cortos. A nivel socioeconómico, Madrid absorbe toda la vida política, económica y cultural del centro de España. Casi cualquier persona de menos de 30 años de Extremadura, Castilla y León y Castilla-La Mancha va a acabar en Madrid, puesto que hay poco futuro en sus propias regiones, debido a que están todos los trabajos medianamente bien pagados concentrados en Madrid. También mucha de la vida cultural del centro de la península se reduce al entorno de la ciudad o su área metropolitana.
Aunque parezca que no, realmente este texto es una oda a Madrid. Sí, es una ciudad con todo lo que he dicho ahí arriba, pero también tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo: hace un mes o así fui con dos amigas a la Feria del Libro de Madrid. Ese día, que parece lo más cotidiano del mundo, realmente refleja lo que más me cautiva de esta ciudad. Quedamos primero a comer por la zona de Atocha –como siempre, una de ellas llegó tarde– y al final fuimos a uno etíope cerca de El Retiro, el parque donde se celebra la feria. Después nos dimos una vuelta por los puestos –obviamente, siendo Madrid, estaba petado y costaba andar por el sitio– yo me compré una antología de poemas en árabe y catalán (no sé ni catalán ni árabe) y mis amigas se compraron libros. Ya después nos fuimos cada uno para casita.
Y ahora os preguntaréis qué tiene que ver la Feria del Libro con lo que quiero transmitir. Pues, creo que ese día encapsula bastante bien lo qué es Madrid para mí a pesar de todo lo que me enerva la ciudad: me ha abierto la mente ante muchas cosas que tal vez no encontraría fuera de una ciudad grande, tanto sus eventos culturales como su oferta diversa en cuanto a comida, personas, y actividades. El ejemplo del restaurante etíope a lo mejor es un poco superficial, pero las diferentes experiencias nuevas que he vivido en Madrid han influido en cómo afronto cosas desconocidas. Madrid me ha acostumbrado a conocer gente diferente con visiones distintas de la vida. Me ha puesto en contacto con realidades que no se parecen a la mía. También creo que refleja la cantidad de gente diferente que hay en Madrid. La primera es la dueña del blog en el que estoy escribiendo, que ya es madrileña de adopción. En esta ciudad cabemos todos, aunque haya peña que se esfuerce para que no sea así y la clase política realice políticas que vayan buscando lo contrario.
También me encanta el bullicio de Madrid. No me malinterpretéis, el día que fuimos a la Feria del Libro acabé bastante cabreado porque no podía dar dos pasos sin chocarme con alguien. Pero la sensación de ver siempre gente por la calle y que cada persona sea diferente es una sensación de familiaridad extraña. Uno podría pensar que la sensación de familiaridad tiene más que ver con los pueblos, en los que siempre te encuentras con la misma gente y en el que conoces a casi todo el mundo. Sin embargo, en cierta manera siempre ver a gente por la calle crea la sensación de estar acompañado, de no poder pararte sin ver algo nuevo.
Por último –y no sé si es algo bueno o malo, supongo que depende de tus sentimientos hacia la ciudad– Madrid absorbe. Pocas personas que acaban viviendo en algún punto en Madrid, escapan de Madrid. Uno siempre vuelve a esta ciudad. La gente llega a Madrid o a ciudades de alrededor como Leganés porque no le queda otra. En mi caso era por estudios. En la Universidad de Castilla-La Mancha no existe la carrera de Sociología y mucho menos un máster relacionado con ella. Otra gente llega por cuestión de trabajo. Es una ciudad agresiva con la gente. Como ya he dicho al principio es cara, la vivienda está siendo casi imposible de encontrar, y además existe una división norte, rico, y sur, con menos recursos socioeconómicos, muy importante. Supongo que la contradicción que encierra la ciudad es que a pesar de ser una ciudad tan dura, mucha gente encuentra en ella algo a lo que agarrarse, algo por lo que volver o quedarse. Ya sea la ciudad, la gente que hay en la ciudad, porque se identifica con una parte, muchas cosas puede haber. Reconozco que Madrid me genera muchos sentimientos encontrados. Pero me voy a quedar en ella seguramente (realmente en Leganés, que tiene menos glamour, pero se pilla el punto).
Si alguna vez os pasáis por Madrid no sólo os quedéis por el centro, visitad diferentes zonas. El encanto de Madrid reside en que caben sitios y personas diferentes en ella. En mi grupo de amigos somos una estadounidense, un segoviano, una vicalvareña, una extremeña y yo, que soy de Toledo. Quedarse en el Madrid de los Austrias es quedarse con la parte más fea de la ciudad, su dureza y agresividad con sus habitantes. Pero si habláis con diferentes madrileños de zonas variadas, sean de nacimiento o de adopción, os daréis cuenta por qué merece la pena y por qué absorbe.
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