Por: Walter Arma Cáceres
Un dibujo ilustrado por el autor, que demuestra el caos de esta etapa de la vida.
Estudia un grado. Graduate. Estudia un máster. Graduate del máster. Estudia para un doctorado. Trabaja. Estudia. Trabaja. Trabaja. ¿He mencionado estudiar ya?
Las opciones son limitadas cuando el individuo escapa al entendimiento del sistema. Son limitadas cuando los medios económicos también lo son. Son limitadas cuando la duda y la incertidumbre cierran las puertas de mis decisiones, aunque quizá mis opciones sean demasiadas.
Opciones y quizás son las palabras más usadas cuando pienso sobre mi futuro. Por esa razón, mi conciencia tiende a evitar pensamientos e ideas sobre los años venideros. Aunque lo intente, conmigo siguen. ‘Céntrate en el presente’ me dicen algunas personas. Pero, ¿cómo voy a centrarme si mis decisiones están marcando cada matiz de mi futuro, cada vez más cerca? Si estudio un máster de profesorado, quizá estaré estancado en la misma repetición de temas y teoría gramatical. Yendo al instituto cada día, sin tener un sentido concreto.
La felicidad y el equilibrio siempre han estado presentes al tomar decisiones, aunque el sistema se empeñe en pedirme soluciones que no puedo ofrecer. Que ni siquiera puedo pensar todavía. Que ni siquiera sé cómo formular.
Me encuentro dividido entre el camino fácil y el no tan fácil. Intento silenciar mi mente para pensar con claridad, pero hace tanto ruido que soy incapaz de poner en orden mis pensamientos. Pienso constantemente en opciones nuevas para evitar enfrentar la realidad de la duda y la incertidumbre. No sé qué decisiones tomar. Cada una de mis opciones es complicada de llevar a cabo. No sé. No sé si recurrir a la vía fácil y ejercer docencia en un instituto, no sé si realmente dedicarme a mi mayor pasión: la investigación.
Estoy en el último año del grado y quizás debería tener claro cuál va a ser mi próximo movimiento. Tengo claras algunas cosas, aunque no tanto algunas otras. Sé que la investigación me llenaría el corazón, pero quizás no el estómago. Sé que la enseñanza de idiomas me llenaría el estómago con mayor facilidad, pero no el corazón. Sé qué quiero, pero el miedo a saltar al vacío me aterra. Quiero investigar, pero me aterra lo diferente. Supongo que, después de todo, no soy tan posmodernista como creía. Me provoca terror pensar en la nada o aventurarme a una decisión llena de complejidad.
Aunque, por otro lado, también me aterra decepcionar a los demás. En mi desestructurado círculo familiar siempre se ha esperado mucho de mí. La primera decepción comenzó al estudiar humanidades. La segunda, al entrar a estudios ingleses. Quizás la tercera esté en proceso, eso no lo sé.
Lo que sí sé es que el tiempo se agota y que, quizás y por una vez, debería tomar el camino que me pide el corazón y no la razón. Darme un respiro de la presión de este sistema y aventurarme a algo completamente nuevo. Ese sería un buen comienzo, romper mi propio sistema de creencias y comenzar algo completamente diferente. Quizá debería saltar al abismo de la investigación y olvidar que es lo que se espera de mí. Aunque sea una única vez.
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