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Tiempo para pensar: el propósito de la vida

Por: José Antonio Figueras Flores


Foto de paisaje con el pico del teide al fondo. Recuerdo del viaje del autor a Tenerife.


Este mes hablé con Maggie, la editora de Generación, sobre escribir en la revista y he estado algunas semanas sin saber qué escribir. Me propuso al final hacerme una pregunta y que la fuera respondiendo según el momento del día, para ver si mi respuesta cambiaba a lo largo del día, en línea con el tema de la edición de este mes: el tiempo. La pregunta fue “¿Cuál es el propósito de la vida?”. Me puse en el móvil varias alarmas y me propuse contestarla. Ha sido un ejercicio curioso—me ha permitido pararme, a pensar un momento, a pensar sobre la vida un poquito al día, una cosa que no solemos hacer entre todo el ruido y aceleración que implica nuestra sociedad. Llevo unos meses en los que voy en “modo automático”, es decir, por la cantidad de cosas que tengo que hacer entre el máster, lidiar con cosas personales y andar de un lado a otro. 


Ahora parece que me voy a desviar del tema, pero cuando cuente todo va a tener sentido. Quiero poner las bases de por qué creo que he pensado en las respuestas que he dado concretamente. Hace un mes más o menos me fui a Tenerife con amigos de clase del máster que estoy cursando, entre ellas, Maggie, que nos enseñó la isla. El viaje duró cinco días en los que mi mayor preocupación fue pensar si quería un barraquito—un café canario que lleva licor y leche condensada—cuando íbamos a un bar. En el viaje hicimos de todo, fuimos un día a hacer una ruta en la montaña, otro fuimos a una playa negra, luego estuvimos por el sur de la isla y finalmente, nos subimos al Teide. Pasó una cosa curiosa con el tiempo porque no pasó rápido, sino que pareció que se solapara; como si todos los días fueran el mismo día continuo. Supongo que cuando no tienes una rutina clara, con estudios, trabajo o algo así ,no existe una ruptura entre un día y otro. Los planes que hacíamos no los hacía obligado, así que mi cerebro no se puso una frontera entre un tiempo de ocio y de obligación. Un poco como cuando se te pasa el fin de semana en un plumazo.


Por otro lado, he estado quedando menos con mis colegas de Illescas de lo que me gustaría. Si esto lo lee alguno de ellos, seguramente se meterán conmigo y me dirán que soy un desgraciado—que es porque yo no quiero. Ahora no estoy viviendo en Illescas entre semana, y muchos días del fin de semana tampoco, porque tardo una eternidad desde allí hasta la universidad—así que para no perder la mitad del día en ir y volver, pues, aquí estoy. Además, la mayoría de mis colegas están currando la mayoría de ellos. Es como cuando en las pelis los chavales se hacen mayores y ya no van a clase juntos. Parece que no, pero no compartir un lugar común—sea clase, deportes o trabajo—hace que veas mucho menos a una persona y compartas menos tiempo con ellos. Sí que es verdad que los años que estuve yendo a Getafe en vez de a Pozuelo a la universidad vivía en Illescas y los veía más. Simplemente se han juntado muchas cosas. Cada uno está construyendo su vida y ya no tenemos que ver el careto todos los días. 


Tampoco quiero venderlo como un drama, los sigo viendo muchos fines de semana. Sólo espero que no sea una tónica que reduzcamos las veces que nos vemos. A lo que quería llegar: ahora aprecio mucho cuando consigo ver a mis chavales. Tener menos posibilidades de quedar con ellos creo que me ha hecho apreciar más el tiempo que paso con ellos.


También me ha pasado que recientemente estoy escuchando mucho al grupo Sabina y Serrat. Para quien no los conozca, son los típicos cantantes que escucha la gente intensita nacida en los 60. El caso es que Serrat, en su momento, se dedicó a versionar poemas de diferentes poetas españoles. Uno de ellos es Miguel Hernández, que si no habéis leído nada de él, os lo recomiendo, porque aunque no escribe de una forma muy técnica, escribe de manera muy pasional. Es increíble. Uno de los poemas que versiona Serrat de Miguel Hernández se llama “Para la libertad”, con un verso que dice “Porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida”. Y he estado pensando en que la vida y nuestro tiempo es lo más básico y poderoso que tenemos. Todo el mundo tiene tiempo en su vida, pero lo gasta y no puede volver a tenerlo. Cuando elegimos gastar nuestro tiempo en algo o alguien estamos dándole la importancia suficiente como para utilizar un recurso que tenemos limitado.


Y os preguntaréis, después de esta pequeña turra, si este señor realmente ha respondido a la pregunta que le había planteado Maggie. En principio, el experimento supuestamente podría mostrar que, según el tiempo del día, podría cambiar mi respuesta. Esto, sin embargo, no ocurrió. En todas y cada una de las veces que me paraba a reflexionar sobre el tema, pensé que el propósito de la vida es compartir tu tiempo con las personas que te importan. Este momento tan acelerado en el que vivo—más lo que os he estado contando—me ha hecho darme cuenta de lo que disfruto de compartir mi vida con las personas que quiero. Ahí supongo que está el sentido de la vida.

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